viernes, 1 de julio de 2011

PARA LEER A MARIANO GRONDONA

Por Ruben Garrido
El pasado Domingo 26 de Junio, en una nota publicada en La Nación, Mariano Grondona MG), éste infería sobre posibles derivaciones del actual Gobierno.
MG plantea una disyuntiva, como disputa política: “republicanismo versus absolutismo”, en tanto síntesis del combate entre democracia y monarquía. En la lógica que expone, subsume la batalla por el poder a la batalla por el gobierno.
Para MG el Gobierno tiene fuertes sesgos de absolutista tomando como uno de los indicadores para esa afirmación la forma “inconsulta” de elección de los candidatos.
Aún dentro de esa lógica de pensamiento, el comportamiento en la designación de los candidatos del FPV no fue diverso al utilizado por ninguno de los otros partidos / frentes / alianzas que se presentarán a las próximas elecciones. Ni Binner, ni Alfonsín, ni Duhalde, ni Carrió, ni Solanas eligieron a sus candidatos con métodos muy diferentes a los que describe (dándolos por ciertos) para el caso del FPV. Es difícil creer que MG desconociera esa situación.
En ningún momento el análisis de MG tiene por finalidad establecer criterios de verdad, encontrar explicaciones que den cuenta del acontecer. En realidad, disfrazando de teoría su pensamiento se centra en la lucha ideológica. Todo su esfuerzo está centrado en darle unidad ideológica a la fuerza opositora. No le escribe al público sino a su público, aquél que debe ir formándose como cuadros dirigentes de la fuerza opositora.
Por lo tanto, discutir la veracidad o falsedad de sus afirmaciones es una pérdida de tiempo.
Lo importante, dado que su papel es trabajar en el discurso que pelea por la hegemonía, en la unificación de un discurso que se le oponga al bloque en funciones de Gobierno, es poder entender su argumentación.
En su juego de descripción de formas de gobierno e igualación de gobierno a poder desliza que las democracias auténticas son las republicanas, que son aquellas donde hay poderes independientes al ejecutivo (el legislativo y el judicial) que limitan al primero. Además, y fundamentalmente, tienen un plazo acotado sin que puedan desbordarlo con el “reeleccionismo”. Continúa argumentando que sin contrapesos ni plazos la democracia desvirtúa hacia el despotismo.
Pone como ejemplo de democracia despótica la de Hugo Chávez. Aquí tampoco puede desconocer que el mismo ha ganado al presente todas las elecciones a las que se ha presentado.
Ya dijimos que la lógica de MG no es la búsqueda de la verdad sino la pelea en el campo de la hegemonía, del fortalecimiento ideológico y de sentido de la fuerza opositora.
Si no fuera así, es algo más que curioso seguir igualando poder a gobierno, en momentos donde queda cada vez más a la vista el ejercicio del poder real en los grandes grupos económicos propietarios de los medios de producción y de vida. Hoy en día han generado organismos supranacionales (FMI, Banco Mundial, OTAN, ONU, etc.) que imponen medidas y políticas a diversos países (intervenciones en Grecia, Portugal, Irlanda, invasiones a Irak, destitución de Kadhafi).
Cuanto más concentrado está el poder real más ilusorio aparece depositar al mismo en los Gobiernos locales.
Lo que MG indica es el eje argumentativo sobre el que, en tendencia, debiera montarse el futuro desconocimiento al Gobierno democráticamente electo (si resulta vencedor en las próximas elecciones): encuadrarlo como un gobierno despótico propio de las monarquías absolutas. Negarle su condición de democrático.
Y sobre ese eje, el negarle la condición de democrático al actual gobierno, es sobre el que plantea que deben articularse todos los discursos opositores. Al menos la conducción mediática de la oposición debiera tener como línea editorial el demostrar a cada instante como el actual gobierno se aleja del ejercicio de la democracia para el cual fue electo y se aproxima al despotismo absolutista.
Ilustra con una cantidad de ejemplo como pueden presentarse diversas acciones de Gobierno y hechos de la actualidad dentro de esa lógica de demostrar el alejamiento de los valores democráticos y su trastocamiento por características despóticas.
No tiene ningún sentido recordarle a MG que él siempre se situó del lado de quienes no dudaron en suspender las libertades democráticas y anular los órganos constitucionales de gobierno para implantar lo que se consideraban políticas “correctas” desde el poder real.
Al mismo tiempo le reconoce al actual gobierno “un fuerte residuo democrático” (el pronunciamiento del pueblo en elecciones).
Si ese es el componente democrático que le reconoce, queda claro que, por fuera de los espacios electorales, todo el resto es, en palabras de MG, despotismo y, por consiguiente, no democrático.
De tal forma va preparando la argamasa ideológica sobre la que se dará el asedio al futuro Gobierno. Asedio que no tendría razón de ejercerse dado que “la derrota de Cristina traería consigo la plena restauración de la república democrática”.
El tema es prepararse para socavar su victoria, plantear el discurso ideológico desde el que se prepare el terreno a la batalla por la destitución.
Está claro que para MG destituir a Cristina es, en primer término, la destitución del proyecto que se viene gestando de recuperación de identidad nacional, con expansión del mercado interno, políticas redistributivas, solidaridad latinoamericana y de disputa a los centros hegemónicos de poder.
Perdida la batalla por institucionalizar, de cara a las próximas elecciones un espacio único opositor, la pelea está por lograr una hegemonía de discurso en la fragmentación partidaria.
En esta aspiración todos los hechos serán puestos en el contexto antes esbozado: la identificación del Gobierno con la antidemocracia. Interesante y central a esa estrategia es juntar voces del arco más disperso posible. Las voces del “liberalismo democrático” y del “liberalismo constitucionalista” como formaciones ideológicas de la pequeña burguesía siempre serán un bocado en extremo apetecible para ayudar a la conformación de la idea del gobierno como no democrático.
Entonces, la cuestión no es discutir el valor de verdad de las afirmaciones de MG, sino construir para una contra hegemonía distinta.
Es mostrar, en cada acción del Gobierno que trabaje en la inclusión de intereses de las mayorías al sistema institucional su fuerte valor democrático, en contraposición al autoritarismo o negación democrática que significa el seguir excluyendo a la mayoría del reconocimiento de sus intereses.

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